6 abr 2011

El ojo de Cain

Otra vez ahogado en alcohol, salgo del bar tambaleándome; mi mirada no puede enfocar un punto fijo y con el simple hecho de cerrar los ojos, el mundo me da vueltas. No recuerdo cuantas veces ya he vomitado.
De pronto, me encuentro en el suelo apoyado en contra de un árbol con el sonido de los automóviles pasando a un costado mío, la noche a serenado mi paseo y el frío nocturno me ha ayudado a tomar un poco más de conciencia; suficiente para poder encontrar mi cajetilla de cigarros y encender uno de ellos.
Las bocanadas de humo se mezclan con el frío nocturno, que al pasar de las horas, me sumergen en un sueño, al que no debo dejar avanzar; sin embargo, la embriaguez me obliga a ceder hasta quedar totalmente ido en una quimera.
Momentos después, despierto con un sobresalto recostado en el árbol donde me encontraba, aún borracho, pero con un frío invernal difícil de esquivar, que entumece mis músculos constantemente. Siento la voz de una persona vociferando piedad por alguien más; no me doy cuenta que esa persona era yo, hasta que él deja un par de dólares en mi mano, para continuar con su camino.
-Debo verme fatal-, pienso mientras intento reincorporarme aunque sin éxito; mi cabeza sigue tambaleando y la taciturna mañana no llega. Deben pasar ya de las 3:00 de la madrugada.
Mi estómago se revuelve de nuevo sólo para regalarme otro vómito al costado de mi lecho nocturno. Siendo suficiente por una noche, me lleno de valor incorporándome con la ayuda del triste árbol que me cubría de la helada llovizna nocturna. Con pesadez en las piernas y sin poder seguir una línea, camino sobre la acera intentando no caer.
La gabardina me ha ayudado a mantener el calor corporal, sin embargo no lo ha hecho lo suficientemente bien; mis piernas tiemblan, las siento totalmente entumecidas y mis manos se encuentran heladas, blanquecinas y me duelen como pocas veces lo han hecho; por lo que las acomodo por debajo de mis brazos para sentir aunque sea un poco de calor en ellas.
Al constante paso, la embriaguez va desapareciendo poco a poco, concediéndome un poco más de lucidez, misma que me ayuda a encender otro cigarrillo e intentar olvidar mi pasado, pero mientras más pienso en que esa idea sea desechada de mi mente, más recurrente son las imágenes de las atrocidades que vislumbré aquel día.
Me paso las manos por la cara acariciando fuertemente mis cejas con el índice y el pulgar; siento que desfallezco de sueño, pero no me quiero dejar vencer; así a sido mi vida; siempre dejándome vencer antes de llegar a la meta, tan sólo una vez, en una situación tan estúpida como ésta debo de terminarla; -tal vez sea el primer paso para terminar todo lo que me hace falta por finiquitar- susurro para poder escuchar mi voz.
Tras mi deambular, voy reconociendo los faros de la calle; pocas cuadras faltan para llegar a mi apartamento, donde podré descansar.
Mas, mientras observo el adoquín mojado de la avenida y las blanquecinas luces de los faroles que iluminan el caminar del transeúnte, percibo como una persona se va acercando a mí. Giro parcialmente mi cabeza para observar si vienen carros por la avenida y así poderla cruzar; no obstante, el fin principal era observar a quien me asechaba.
Menos de un segundo y una discreta mirada de su caminar, fueron suficientes para saber que aquél era un hombre de 30 a 40 años de edad, con un peso de unos 80 kilogramos y una estatura de cerca de 180 centímetros aproximadamente.
Me acomodo el sombrero, para que crea que no lo he visto y guardo mis manos en los bolsillos; en este estado no podré enfrentarlo si lo que quiere es algo más que mi dinero. Así que cruzo la calle con completa calma, mientras observo la reacción de aquella persona.
Al terminar de cruzar la avenida Acacia, saco otro cigarrillo de mi gabardina que ahora se encuentra empapada, lo enciendo con gran cautela dejando que la inercia de los pasos de aquél, sigan su camino; ahora yo asecho.
Veo a mi alrededor, y reanudo mi andar cerca de las portezuelas de los automóviles que se encuentran estacionados, mientras el ente que me perseguía se pierde entre las sombras que brindan los árboles del parque.
MI mente comenzó a jugarme ideas, añoraba regresar a aquellos tiempos, donde era perseguido por espías y tenía que cumplimentar misiones de la PIF, dejé que mi mente se expresara: -el parque, seguro por eso no concluyó su misión. Aunque sea de madrugada, muchas parejas vienen de noche, y hay muchas misiones en las que se arriesga demasiado si es que hay aunque sea una sola persona cerca, son misiones silenciosas, misiones que nunca deben ser develadas, tal vez...-.
Las luces del parque Rodán dan mucha visibilidad, aunque en la parte de enfrente se encuentra la Facultad de Medicina; su entrada es muy oscura; de noche, se presta para hacer cosas indebidas a la falda del monte.
Para llegar a la facultad tienes que manejar al menos por un par de minutos hasta lo alto del monte donde se encuentran las aulas, sin embargo el terreno de la misma es inmenso y llega hasta donde inicia un llano; el parque Rodán.
Las parejas, por su parte, siguen en lo suyo; para ellos, sólo somos un par de viejos deambulando por la calle esperando que nuestras esposas no nos maltraten por llegar tarde y ebrios a nuestros hogares; para mí, él es un probable asesino; para él, tal vez yo no sea nadie; aún así no me puedo dar el lujo de bajar la guardia.
De pronto, escucho el rechinar de unas llantas y un automóvil aparece a gran velocidad por la esquina de la avenida dirigiéndose a donde se encontraba el viejo que me seguía. A una gran velocidad el pobre hombre es embestido por un automóvil que salía de la 5° avenida; el tipo salió expedido al menos unos 20 metros por el aire hasta tocar suelo ya en los jardines del parque; las parejas gritaron de horror y se escabulleron como hormigas escapando de una gran lupa.
Sin embargo, el vehículo no detuvo su andar, introduciéndose al jardín y pasando por encima del hombre otra vez.
Agazapado entre los vehículos aparcados, observé como el automóvil viró su trayectoria y regresó a donde se encontraba el hombre pasándole de nuevo por encima. En esta ocasión me percaté que el vehículo le destrozó el cuello cuando una de las llantas delanteras le pasó por encima; el automóvil, sin detener su carrera retomó la avenida Acacia y aceleró.
Seguía agachado entre los automóviles durante un par de segundos, hasta que supe que el agresor desapareció de la escena, me reincorporé tomando una larga bocanada del cigarrillo que acababa de encender y cubrí, en lo que pude, mi rostro con el cuello de la gabardina, me erguí completamente y puse mi mano en el pecho como si cargara un arma, me acomodé el cabello, puse el sombrero al ras de mis ojos y continué mi camino.
Las sirenas de las patrullas se escuchaban mientras iba caminando por la acera, la lluvia no cesaba, generando que la sangre del individuo escurriera hasta teñir de rojo la calle; mientras, seguía caminando por el costado de los automóviles, pensando en las opciones de por qué habían matado a esa persona; cuando intempestivamente se abrió la puerta de uno de los carros que se encontraban estacionados golpeándome de lleno en el tórax y tirándome al suelo. Cuando quise reaccionar, tenía encima a más de tres personas intentando someterme. Sin embargo logré zafarme de uno acomodándole una buena patada en el mentón, lo que me permitió girar sobre mi espalda lanzando un par de patadas para incorporarme; al hacerlo todavía me mantenía mareado por el alcohol, pero me preparaba para pelear, cuando un golpe en la nuca me hizo perder el conocimiento. Sólo pude ver como se ennegrecía la silueta de una persona con un arma en la mano antes de desmayarme.

Solo ideas



Los días de mi vida se han vuelto una locura,  cada uno de los momento que paso conmigo mismo se han resuelto como una maraña de ideas intransigentes que no cesan de ponerme entre la delgada línea que divide la locura de la genialidad. Sin embargo las quimeras que se dibujan en mi cabeza cada vez que mi mente vaga por los parajes de la fantasía son cada vez más macabras e inocuas, desenvolviéndose entre juegos que se enredan en la mente de las más perversas ideas, ideas que deberían de provenir del averno, ideas que sólo se crean en la mente de las personas mas malignas e inclusive esas ideas parecen ser elocuencias deseadas por el mismo Satanás.
Prefiero dormir en otras imágenes, pero mi mente se engarza en ese sentimiento de terror que nace de aquellos pensamientos que me provocan incertidumbre desde la profundidad de mi alma. Esos sueños que vienen una y otra vez a mí me cercenan el alma. No creo que deba aclarar los puntos en mi cabeza, creo en el destino y antes de reprimirlos debo de entenderlos, es mi obligación, misma que me ha perseguido durante mucho tiempo, más, esos sueños ya hubieran llevado a cualquiera al borde del suicidio, y no se si yo, sea lo suficientemente fuerte para no escuchar esa voz que me taladra la mente, no creo ser tan poderoso.
Todas las noches y todos los días apenas al salir el sol y al esconderse le ruego a Dios, como nunca antes lo había hecho en mi vida, todos los días aquellas imágenes sanguinarias de perversión e iniquidad se presentan ante mi y cada vez que suceden encomiendo mi alma al Señor esperando que no sean imágenes reales, y que aquellos pensamientos no me lleven al infierno, pero bien que lo sabe Dios que yo no las busco, ni siquiera me agradan en los más mínimo, bien sabe el Todopoderoso que ellas son totalmente despreciables y aberrantes para mi, y con lágrimas le he rogado día y noche a Nuestro Salvador que pare. Pero al mismo tiempo sé, que si esas imágenes me llegan a mí, por qué no lo han hecho con otra persona y eso es lo que más medio me da. Es un impulso de ideas que me hacen estudiar a detalle todos esos videos desde la vista de los lascivos, asesinos y violadores que se encuentran vagando como escorias en las calles del pecado, las colonias de la subversión moral y estados de repulsiva perversidad.
He escrito cada uno de mis sueños en las páginas de un diario que he forrado de color negro, con el título de Baal en letras rojas con hilo circundante dorado. No se por qué he utilizado el nombre de una deidad babilónica en un texto tan desenfrenadamente esquizofrénico, el nombre de uno de los dioses a los cuales las mujeres se prostituían y asesinaban a sus hijos en su nombre, pero de la misma calidad es representativo mi nombre a las atrocidades que se permean a mi cerebro todos los días.
Hoy fue una noche especial, ambas lunas se alzaron sobre el firmamento mientras encendía un cigarrillo a su nostalgia. Hoy como cada 100 años aproximadamente habría un eclipse de las lunas Jaeva y Sonaca. Como se comenta en todos los libros de historia, las embarcaciones regresaron a sus puertos y las zonas costeras levantaron los muros de Hinale que los protege de las mareas altas, pero como en todo, la naturaleza no es capaz de ser predicha con exactitud. Varios maremotos en diferentes años hicieron pedazos a grandes ciudad que el día de hoy se levantaron de las cenizas para ser grandes potencias a nivel mundial.
Así como, todo proviene de un todo y hacia un todo va, ese al que conocemos como “caos”, cuyo origen y final es él en sí mismo; por lo que el orden sólo es momentáneo, es ese proceso por el que debemos de pasar para poder regresar a nuestros orígenes. Los orígenes que se han olvidado de las mentes de las personas y se han pervertido en sueños inhumanos en búsqueda de lograrlos de cualquier manera que sea posible. Esos deseos que han alejado a nuestra humanidad de la propia humanidad, sumergidos en tiempos donde se les ora a los dioses del consumismo emergidos del hedonismo en el que nos desenvolvemos inhumanamente. Hemos sido creados por Dios para ser destruidos por su propia mano, hemos sido creados perfectos para conocer la imperfección, hemos nacido puros para conocer el pecado y eso nos lleva a ser en lo que nos hemos desenvuelto hoy por hoy, en criaturas, en animales, en jumentos que pasan por la vida, sin saber cual es su significado, sin buscarlo, sin  pensar en lo hermoso que es la humanidad y la vida como tal. Somos el resultado de las creaciones infames de nuestros compatriotas que se hinchan de dinero, mientras nosotros alimentamos sus bolsillos de necesidades que surgen del no saber quiénes somos.
Los tiempos han cambiado, asimismo las necesidades también y hoy en día las personas ya no pueden ser vistas como personas, son elementos terrestres que raptan por la vida como entes inconscientes, ininteligentes, vacíos y despreciables para los ojos de sus iguales. Nos hemos vuelto escoria en la inclemencia de nuestra vida. Seres destinados a destruirnos a nosotros mismos por no saber qué somos.

Apocaliptico


Me encuentro en el techo de algún edificio que no conozco; no obstante, es más familiar de lo que aparenta, los colores de las construcciones aledañas, los parques y las intersecciones de las calles son tan conocidas que prácticamente los asocio con la escuela donde estudié arqueología, pese a que el lugar en que estoy no es la universidad donde me gradué.
Es difícil de describir el clima, aunque puedo asumir que una tormenta azotará la ciudad por las nubes que se avecinan y los rayos que trazan las nubes como serpientes escurridizas; no hace frío, no hay vientos rápidos, y los sonidos alrededor son aturdidores, pero opacos, sordos, azotan la ciudad inundándola con una vibración baja y densa, tanto que los podría comparar con el sonido de un terremoto.
Por su parte, las señales de los teléfonos celulares se encuentran totalmente inestables, no sé cómo, pero estoy completamente seguro de que no sólo mi celular es el que tiene tantas intermitencias de señal como de funcionamiento. Por más que intento hacer una llamada es inútil, de alguna manera sé que las líneas están muertas al igual que todos los aparatos electrónicos.
La gente está paralizada mirando al cielo, parecen estar en hipnosis permanente; ninguno de ellos responde siquiera a las cachetadas, sus miradas están perdidas en un sueño letárgico del cual no despiertan. Me encuentro a la mitad de una avenida, la gente dejó de caminar en la calle, los automóviles están quietos y mientras corro alrededor de la ciudad lo único que veo son multitudes paradas a la mitad de calles y bulevares, con el tráfico totalmente detenido, solamente viendo cómo las nubes invaden el cielo llenando de penumbra la ciudad.
El cielo es extraño, interminables nubarrones se esparcen por doquier ocultando al sol entre sus negras manos cubriéndolo en formas impensables. La bóveda celeste se corrompe con los relámpagos de colores rosas y azules iluminando completamente la ciudad; una necrópolis invadida por los dioses de la ira, o al menos es una muy acertada alusión de lo que mis ojos percatan.
Sigo por las calles yendo hacia mi casa, buscando a mis seres queridos, buscando una oportunidad de encontrarlos para saber si se encuentran bien, pero son inútiles mis esfuerzos porque al llegar a mi casa, la encuentro vacía.
Sé que debo de tomar una decisión y será importante, mas no conozco la incógnita que debo responder, pierdo la cordura tirándome al suelo envuelto en llanto, soy sorprendido por un chirriante sonido aturdiéndome a tal punto que ya no puedo escuchar mis propios pensamientos haciendo que todas la imágenes de mi vida pasen como un millar de fotografías y videos en tan sólo un segundo. Súbitamente una sola imagen queda plasmada en mi mente, aún y cuando abro los ojos sigue ahí manteniéndome completamente ciego de todo lo que está a mi alrededor, intento pararme o moverme, mas me encuentro completamente mareado sin tener control de mi cuerpo, poco a poco el sonido desaparece permitiéndome entrar en razón pero aún así la visión permanece intacta como un velo frente a mí, un hombre hincado con cabeza de jaguar sosteniendo un calendario azteca frente a él, a sus espaldas, una serpiente emplumada enroscada sobre sí misma con un calendario muy similar al del hombre, pero este se encuentra dentro de su boca.
En ese momento la imagen se nubla, permitiéndome lentamente distinguir todo lo que está a mi alrededor; lo primero que reconozco es el almanaque pegado en la pared de enfrente señalado con plumón en la fecha del 12 de diciembre del 2012.
Salgo de la casa corriendo llegando al jardín pero entro en ese extraño letargo en el que percibí a los demás, obligándome a voltear hacia el cielo… entonces despierto.

?¿

Dueño de la mente enferma que se enfrenta a los augurios apocalipticos de la desgracia, cuando el hombre cae en la gracia de las manos del Señor! Y aun creen que la muerte debe de ser llorada? por qué no alabamos el más allá con un poco más de respeto!?

Siiento como si el mundo se hubiera partido en dos, una imagen rota de mi mismo, ensimismada en la nada. es una concepción onírica del espacio tiempo donde vivimos, una resolución incompetente a la sociedad, aplastados por las masas, subyugados por la idea fatídica que las cosas nunca cambiarán, siendo nosotros quienes debemos son los incursionadores en las páginas que nos demuestran que la historia es la idea de los jóvenes impulsadas por el amor a ser uno mismo. ¿Cuando nos dejamos vencer por la mediocridad?

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