2 sept 2010

Kuthulhu

Eran las seis de la tarde cuando recibí aquella carta tan pretenciosa, los colores parduscos del papel antiguo se matizaban con las letras escritas en tinta china, la carta se veía tan vieja como aquel papiro sobre la que estaba escrita, su olor se mesclaba con otro bastante rancio que no podía distinguir, ambos emanaban de la misma carta. Sin embargo, había algo que no podía hacer que apartara la vista, en ella aparecía la fecha actual y mi nombre.
Con una presentación muy formal me invitaban a ir a una misión, al mismo tiempo me prometían una cantidad de dinero impresionante por un trabajo aparentemente muy sencillo. Las preguntas indagaban sobre una cuestión tal vez muy fácil de dilucidar para ellos, pero para mí, aún era un misterio. ¿Por qué yo? ¿Qué de especial puede tener un investigador privado en medio de una isla rodeada por los mares de lo infinito, donde la ignorancia prevalece; por qué una persona que no ha tenido trabajo en más de seis meses se le hace un comunicado en vísperas de año nuevo para recibir el fabuloso año de 2010; por qué un joven de 25 años de las costas de España, puede hacer mejor un trabajo en México que un talentoso investigador mexicano?
Lo importante de esas preguntas es que son completamente efímeras hasta no llegar a ese lugar y saber a qué me voy a enfrentar.
Hasta el momento no sé cómo es que haya crecido mi reputación en tan poco tiempo. Además, con los estudios recién terminados es difícil que la gente confíe en mí. Ni siquiera me he rodeado de gente que conozca de los temas, ni de afamados investigadores como para que ellos me hayan recomendado para iniciar mis investigaciones y por supuesto, iniciar también mi fama como investigador. No hay ningún indicio que los lleve a mí.
Hasta el momento lo que más poseo de investigador es una vieja pipa que heredé de mi abuelo, y un saco al estilo Sherlock Holms. Y ahora fumando mi pipa encerrado en aquella fría y desolada habitación leo una carta a la luz de una lámpara vieja, con la luna como mi confidente.
El espejo esta noche solo revela la melancolía de los tiempos mejores en los que los investigadores privados como mi padre y su padre me comentaban. No quiero perderme en esos sueños, pero esta es una oportunidad invaluable y ahora que me independicé, necesito el dinero más que nunca, hasta el momento eso es lo único que me alienta a tomar ese vuelo.
Reviso una vez más la carta, misma que se encuentra firmada por H.A. Wilcox y sellada por una extraña imagen pulposa, la figura de unos libros abiertos de los cuales nacen tentáculos arremolinados sobre sí mismos, una figura grotesca encerrada en un círculo con algunas palabras e latín, se me figura al sello de una universidad prodigiosa, tal vez en artes sacras o basado en la especialidad marina, de cualquier manera es bastante llamativo. La guardo en el bolsillo interno de la gabardina. La luna como el único augurio de buena suerte que puedo tener, me sonríe. No espero nada de aquella vuelta, los boletos están comprados, el hospedaje pagado y la esperanza de obtener una suma de dinero importante por la búsqueda de unas escrituras; unos documentos rúnicos perdidos dentro de una gruta, crece a cada uno de los minutos que marca el reloj.
Llegué a León, Guanajuato mucho más rápido de lo que me había imaginado, el paseo por la ciudad fue corto, no obstante la espera por la presentación de mi jefe fue mucho más tardía de lo que hubiera imaginado.
El hombre nos citó en una casa de los más común y corriente, éramos 4 personas sentadas en esa mesa esperando desde el amanecer que el señor Wilcox se presentara a nosotros, pero esa espera fue decepcionante para quienes nos encontrábamos ahí adentro, el hombre simplemente no se presentó. En su lugar, alguien quien hizo las veces de su administrador se nos anunció. Tal como si fuera una entrevista de trabajo grupal se dispensó por la ausencia de su jefe y nos explicó de qué se trataba esa invitación.
-       Mi nombre es Javier Espino – se presentó con un acento bastante peculiar, dando un tono muy perfecto, casi imperceptible de denotar que era extranjero, excepto por esa erre mal pronunciada – nuevamente me disculpo por la ausencia del Sr. Henry Anthony Wilcox que por razones de salud no se encuentra aquí con nosotros, - entre murmullos de los que estábamos ahí se escuchó un no hay problema, aunque más de uno se había molestado por esa situación, sin embargo y sin hacer pausa alguna Javier espino continuó  - saben ustedes que han sido citados aquí en León Guanajuato por una situación muy peculiar para cada uno de ustedes. Espero que ya se hayan presentado de lo contrario me tomaré la molestia de decir sus nombres y para lo que han sido referido cada uno de ustedes. – hizo una leve pausa cuando miró unos papeles que tenía en la mano y continuó sin dejarnos si quiera voltear a vernos. En efecto no nos habíamos presentado – Dra. Sandra Piña Vera; arqueóloga semióloga, usted nos ayudará con los casos pendientes del señor Wilcox, aquí tengo su papelería, cualquier cosa que necesite de información no dude en pedírmela. –no le dio tiempo de pararse de su asiento a ver el documento, si no que lo dejó al lado de ella y comenzó a caminar alrededor de la mesa - Dr. Salazar Toledo; ingeniero químico le entrego los resultados y muestras de la persona que se encontró asesinada en los túneles. Dr. Ángel Bretón psicólogo-neuralista le hago la entrega de las grabaciones del túnel y por último investigador Xavier Schmidt le hago entrega de las copias de los testimonios. – Paneó la mirada sobre la mesa, vio desconcierto en nuestras caras, pero no continuó hasta que todos les prestamos atención – Se que no están completamente enterados, pero en las grutas que se encuentran por debajo del templo conocido como “La Catedral” hubo un asesinato, mataron y ultrajaron a una mujer de 23 años de edad, sin embargo no es importante como es que sucedió este tan atroz acontecimiento, si no que, lo que para mi señor es apremiante, son una serie de documentos que ella portaba; para el Sr. Wilcox es apremiante conseguir esos papeles. Estos documentos se extraviaron, lo que están viendo señores; son los resultados de las investigaciones que tenemos, sin embargo nos estamos allegando de las personas a las que consideramos más capaces e indispensables para poder encontrar de nuevo estos documentos. Lamentablemente para ustedes el resto de la información que poseo es muy vaga, por dos situaciones, o simplemente no poseemos la información o es tan clasificado que no se los puedo decir. Necesito que encuentren a los responsables y a los documentos, lo que les puedo decir es que sabemos que fueron dos personas, un hombre y una mujer, se llevaron 6 papiros antiguos y la violación; digamos, fue solo la distracción para la incompetente policía de este municipio. Por otro lado lo que no les puedo mencionar, es de qué son los documentos y qué clase de documentos son, no les puedo decir el nombre completo de la mujer asesinada. De lo que estamos seguros es de que los dos asesinos siguen dentro de la ciudad y regresarán a la gruta, lo que no sabemos exactamente es cuando. Si logran resolver este caso cada uno de ustedes tendrá depositados para la mañana siguiente $200,000 dólares, si no logran resolverlo en dos semana ninguno de ustedes tendrá un centavo. Los pro, es que nunca estarán solos, el contra si lo quieren ver así es que de ahora en adelante trabajarán como un grupo. De lo contrario buscaremos a quien sí quiera hacer su trabajo. ¿Alguna Duda?
Todos nos quedamos estáticos como una roca, un solo movimiento nació de nuestros cuerpos, por supuesto que habían preguntas pero ninguno de nosotros se atrevió a mascullar palabra alguna. No se si era su presencia, no sé si era el cómo había hablado o lo profunda que se había convertido su mirada, estábamos tan helados que el continuó con una voz más suave, habló más lento, me sentí relajado.
-       Les invito por favor a que cada quien tome el sobre que se encuentra debajo de sus asientos, lean el contrato y lo firmen, si alguien está en desacuerdo, simplemente deje el contrato dentro del sobre en el que les fue entregado, doblado exactamente de igual manera como les fue entregado y se retiren en caso contrario los veo dentro de una hora en el zócalo del centro de la ciudad. Por cierto la información adicional al igual que los contratos son únicamente para ustedes, quiero que me entiendan, ninguno tiene por qué saber la información del otro dentro esos sobres. Espero entiendan las razones de seguridad de mi jefe.
Nos vio una última vez y salió de aquella recámara, ninguno de nosotros tuvo el valor para intercambiar palabra alguno, de una forma recelosa cada quién leyó su contrato, leyó una dos o hasta tres veces para estar seguros de lo que estaban haciendo, curiosamente todos éramos jóvenes de no más de treinta años, todos celosos de su información y todos deberíamos de trabajar en equipo.
Cada uno de nosotros fue firmando, guardando su información en el sobre y continuó esperando a que los demás termináramos de hacer lo mismo para ir directamente al zócalo de la ciudad.
Curiosamente lo que no quería ver estaba tan enfrente de mis ojos que se me escapaba como un sueño pérfido, como una quimera escurridiza, estaba enfrente mío y no podía dilucidar el por qué nosotros. Al final solo pude percatarme de algo, unas letras tan escabrosas que entre ellas no significaban nada, pero el simple hecho de percatarme de que había mitología en las frases, me erizó la piel, tanto fue así que mis manos se engarruñaron y los ojos se me irritaron al punto de llanto, un llanto nervioso, casi seguida por una risa catártica que la pude ahogar antes de perder un poco la cordura en ese momento. Pero sé que a partir de ahí pasó algo, un parte aguas, no me sentiría seguro en ningún lugar, me sentiría vigilado y mi mente me jugaría trampas, las cuales debería pasar por alto para poder pasar los obstáculos que se nos avenían. Esas palabras las tengo aún grabadas en la mente como un tatuaje; “Ph'nglui mglw'nafh Cthulhu R'lyeh wgah'nagl fhtagn”. Lo importante era esa palabra tan conocida por los poetas del genero del terror, esa palabra a la que todos le temen pero nadie quiere decir la verdad, esa palabra que provoca miedo mencionar; pero como si fuera un monstruo pasa de boca en boca para maldecir el destino de los mortales, es solamente un cumulo de letras que apresa del terror hasta el más vanagloriado en la casa del señor. Aquel que sabe la leyenda y la historia babilónica sabría de este ente pérfido y demoníaco que nos arrancaría el alma a nosotros. Sin embargo perdido en los menguantes despertares firmé aquel documento. Y no paré hasta un vómito ahogado cuando por fin me percaté del sello con el que estaba firmada la hoja del contrato y la carta que teníamos personalmente para cada uno de nosotros.
El sello de una forma que sólo una fantasía enfermiza hubiese podido concebir. Sobre un cuerpo escamoso y grotesco, provisto de alas rudimentarias, se alzaba una cabeza pulposa y coronada de tentáculos; pero era el contorno general lo que la hacía más particularmente horrible. Detrás de la figura se embozaba una arquitectura ciclópea. Ese ente pulposo, ominoso por su naturaleza, con una figura antropomorfa que desplegaba unos brazos largos y unas garras exageradas, una cabeza con forma de calamar y unas alas grotescas, sentado en ese remedo de trono, esa figura me miraba fijamente a los ojos. Su nombre Cthulhu.
Me limpié la boca con una servilleta y tragué bastante agua, subí la vista y me percaté de la sonrisa de tres personas que se me figuraron maléficas; sobró el permiso para ayudarme al cual me negué rotundamente, sobraron las manos estiradas, en sí ya eran demasiadas las horas que habíamos desperdiciado. En ese momento sus caras duras y serias fueron tan normales como lo habían sido desde un inicio. Podía denotar en sus ojos una fuerte preocupación. Simplemente me acomodé la corbata y el saco, me erguí completamente. Les pedí que fuéramos a la zona de encuentro.
Saliendo de la casa no podía dejar de ver como ese lugar le rendía culto a los calamares, a aquellas abominables presencias de seres desalmados de una mitología antigua.
No podía dejar de ver como aquellas figuritas que estaban por todo el complejo, me observaban y señalaban.
Al salir de ahí sentí un gran respiro y un par de hondonadas a un cigarrillo me tranquilizaron bastante más. Sentí que esa presencia se alejaba de mi. Sentí que volvía a ser yo mismo.
Nos encontramos a la hora acordada en el lugar destinado para empezar con nuestro trabajo. Se presentó de nuevo Javier Espino. Habló tan rápido y firme como le era costumbre.
-       Agradezco que se hayan presentado todos. Y en vista de la positiva hacia nuestra empresa, iniciaremos el día de hoy, asimismo después de esta plática tendrán varios días para estar juntos. Sin embargo espero no se encuentren hambrientos porque esto les tomará un par de horas y para algunos esta ya es la hora de la comida, sin embargo tengo prohibido darles cualquier suvenir de esa índole. De cualquier manera, a sapiencia de la información que poseen no les será tan difícil terminar esta búsqueda. Les hago el recuento, una mujer de 23 años a quienes los medios nombraron Samanta, fue asesinada en las catacumbas de la iglesia de estilo gótico conocido como el expiatorio. La respuesta es sí, ella trabajaba para nosotros y sólo tenía que hacer la entrega a una persona de esos documentos, la cual por alguna razón fue interceptada antes, los detalles los conocerán a su debido tiempo. Sin embargo no son importantes, les recuerdo aunque cada quien tiene una misión en particular, la esencial es recuperar esos documentos. Tendrán un extra si nos entregan a quienes lo hicieron, ya sean vivos o muertos la recompensa será igual. Y Mr. Xavier Schmidt le hemos conseguido permiso para que porte armas dentro de la ciudad, de cualquier manera entre ustedes, usted es el único que sabe manejar un arma de fuego, aunque ruego en Dios no le sea necesario, pero siempre es preferible estar precavidos. – Por primer vez hizo una pausa mientras acomodaba sus ideas – les recuerdo señores que a partir de ahora estarán solos, tienen en esas mochilas cada quien una portátil, teléfonos celulares y el suficiente dinero para que se muevan dentro de la ciudad sin problema alguno. Bueno sin más por el momento me despido y los dejo con su tarea.
Nos estrechó la mano se retiró caminando; decidimos entre todos ir a un lugar a revisar la información mientras comíamos; fue una rica pizza, una buena cerveza para relajar los nervios de la situación, sin embargo, mientras más nos retroalimentábamos de los acontecimientos cada vez perdíamos más la cabeza, discutíamos de situaciones efímeras y perdíamos el tiempo con soluciones infantiles y soberbias.
Mi cerveza cada vez sabía más amarga hasta el punto que se volvió insoportable. Todos nos confrontamos a gritos y empujones los vasos terminaron rotos en el piso y los golpes estaban a punto de librarse entre nosotros cuando Sandra Piña nos calló con un solo grito de basta. Nos esclareció que no era posible que peleemos por situaciones tan efímeras sin darnos cuenta de que no estábamos llegando a ningún lado, y así también nos mostró que teníamos a todo un público impresionado con nuestra actuación.
Eso fue bastante vergonzoso, pagamos con una gratificante propina y salimos de ahí directamente a la Iglesia. Fuimos caminando reconociendo el terreno y viendo las rutas de escape que pudieron tomar los agresores de Samanta, sin embargo ninguno de nosotros mencionó palabra alguna de lo acontecido en el restaurante, en sí las opciones de todos eran aceptadas ya que nos limitábamos a proponer ideas sólo de lo que conocíamos, esa misma tarde pedimos permiso al monseñor para poder acceder a las catacumbas una vez que hayan cerrado la entrada al público en general, de la misma manera le solicitamos si hubiera alguien que las conociera bien, nos diera una breve cátedra sobre el lugar para poder indagar la zona. Por supuesto que un diezmo muy ostentoso acalló cualquier pero que el reverendo pudiera dar.
No fue sino hasta esa misma noche que por alguna inexplicable razón los cuatro entramos juntos a aquellas catacumbas. Pensaba que no era necesario, pero de cualquier manera fue más interesante de lo que pude haber imaginado. Los túneles por debajo de la iglesia se transformaban en grutas que nos llevaban por kilómetros dentro de la ciudad hasta lugares completamente inhóspitos. La humedad y el calor de un suelo volcánico nos asfixiaba, la oscuridad nos abrazaba invitándonos a quedarnos con ella, pero el camino era más impresionante a cada paso que dábamos. Las paredes se elevaban a no más de dos metros y medio y pareciendo una fosa horizontal se extendía el camino en diferentes direcciones brotadas de colores pardos combinados con los brillos de algunos minerales.
Entre los pasajes internos de aquellas cavernas dilucidamos una tumba, la cripta estaba incrustada sobre las paredes de aquellas enrarecidas paredes. Una pared de piedra blanca, casi aperlada y desgastada por los años, parecía llena de lama y manchas marrones por el paso del agua. Podíamos ver como la humedad brotaba de las mismas paredes y se escurría hacia aquel obituario que detrás de una aspereza de mugre decía “No está muerto quien puede yacer eternamente, y en épocas extrañas hasta la muerte puede morir. Aquí yace H.A. Wilcox”.
Un revuelco de ideas pasó por nuestras mentes, ideas que se arremolinaban y buscaban soluciones inexplicables, sensaciones que nos erizaban la piel que nos hacían sentir completamente intimidados y completamente desprotegidos, ideas que nos hicieron perder la cordura.
-       Es una trampa. – dijo Sandra con los ojos desorbitados y temblando de miedo. – No necesariamente, puede ser el padre de quien nos contrató… - intenté tranquilizarnos.
No había terminado de hablar cuando se escuchó de entre las mismas paredes un sonido infernal que retumbó en toda la cueva. Ese sonido proveniente de todos lados nos heló la sangre, manteniéndonos a cada uno de nosotros en un estado catártico. Luego como si la misma pared se respondiera a su primer abalanza se escuchó las mismas consonantes pegadas que hicieran la suerte de un dialecto, las mimas palabras de algún idioma del inframundo que nos hacía brotar el llanto mientras nos ahogaba en dolores internos; “Ph'nglui mglw'nafh Cthulhu R'lyeh wgah'nagl fhtagn”,  cada vez más empezaron a resonar por todos lados aquellos alaridos ominosos haciéndonos entrar en un estado de locura inconsciente. Sandra Piña se hincó tapándose los oídos intentando acallar esa voz que retumbaba hasta lo más profundo de nuestras cabezas con un alarido que aparentaba ser inhumano, tanto se dobló sobre sí misma que su cabella llegaba a sus tobillos. Salazar Toledo repetía sin cesar “En su casa de R'lyeh el fallecido Cthulhu espera soñando” mientras golpeaba su cabeza en contra de las paredes y se tapaba los oídos a punto de reventarlos con sus propios dedos, sus ojos volteaban hacia todos lados mientras mientras con la locura se desgarraba la piel. Ángel Bretón corrió como desesperado, calleándose a tropezones y arrastrándose por el suelo hasta que en sus movimientos terminó revolcándose como un gusano y destrozando su rostro con sus uñas, se que mis dientes tronaban en mi mandíbula sentía que se rompían por la presión, pero era lo único lo que me mantenía consiente. Cuando Ángel desaparecía de mi vista, una figura demoníaca apareció dentro de esa gruta, era imposible de verse pero se sentía, se escuchaba, sabíamos que ahí estaba y nada podíamos hacer, vimos como uno a uno nos iba matando mientras nuestras vistas se opacaban lentamente, sentíamos como los gritos se ahogaban en su propia sangre y como los alaridos del infierno se combinaban con el sonido de la ruptura de los huesos de nuestros compañeros. De pronto el sonido se dejó de escuchar, no estaba consiente de que tenía el arma empuñada mientras estaba agachado en contra de una pequeña vejiga formada en la pared, me percaté por una única lámpara en el suelo que toda la gruta estaba pintada como un tributo de arte satánico y como la sangre y pedazos de cuerpo se encontraban desparramados por aquel ominoso lugar, olía a sangre, a mierda a muerte, una muerte vieja y añeja. De pronto, ese demonio al que todos temíamos, Cthulhu, me mostró su presencia cayendo como una figura de jade enfrente mío, y al alzar la vista... mi grito acalló cualquier otro sonido que se pudo escuchar en esa gruta.




Fin


Alexander Rops

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?¿

Dueño de la mente enferma que se enfrenta a los augurios apocalipticos de la desgracia, cuando el hombre cae en la gracia de las manos del Señor! Y aun creen que la muerte debe de ser llorada? por qué no alabamos el más allá con un poco más de respeto!?

Siiento como si el mundo se hubiera partido en dos, una imagen rota de mi mismo, ensimismada en la nada. es una concepción onírica del espacio tiempo donde vivimos, una resolución incompetente a la sociedad, aplastados por las masas, subyugados por la idea fatídica que las cosas nunca cambiarán, siendo nosotros quienes debemos son los incursionadores en las páginas que nos demuestran que la historia es la idea de los jóvenes impulsadas por el amor a ser uno mismo. ¿Cuando nos dejamos vencer por la mediocridad?

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